Al igual que la defensa teológica a favor de los indios, Bartolomé de las Casas preconiza en América la exaltación de las culturas autóctonas más representativas por el alto grado de civilización que alcanzaron: la mexicana y la inca. Una y otra vez las sociedades posteriores a la Conquista recurren al pasado precolombino para fundamentar sus reivindicaciones, rediseñar su fisonomía y puntualizar las argumentaciones en el debate sobre la conformación de su identidad. ’Orbe Indiano’, del historiador David A. Brading, es un gran mural en el que se detallan con vigor y penetrante erudición las circunstancias que enmarcan y destacan una misma actitud presente en diversos momentos decisivos en nuestra historia: invocar a nuestros antepasados a través de documentos y crónicas, su literatura y arte. Y al hacerlo legitimar una tradición de voluntad de autonomía y afirmación nacional. La independencia de las colonias españolas ilustra, sobre todo con el patriotismo criollo de los insurgentes, la actitud nacionalista, inspirada en formas y valores propios, apartados de los europeos. Frente a la ideología de la Ilustración, el pensamiento insurgente retomará las enseñanzas de Las Casas; o en Perú, el Inca Garcilaso será invocado por encima de Rousseau o Voltaire. Si a partir del liberalismo la identidad americana se abrió a ideologías y corrientes políticas universales para acceder a la modernidad, nuestra idiosincrasia sigue buscando sus orígenes en las versiones que de éstos nos ofrece la historia. Esta obra de Brading ilumina con rigor y notable amplitud el sentido de esa búsqueda. |